Aumentó el uso de psicofármacos: ¿Cuáles son las consecuencias?

Según un estudio de Sedronar, casi 3 millones de argentinos de entre 12 y 65 años recurren los psicofármacos para dormir, bajar la ansiedad o “disimular” una angustia. Gerardo Fridman, doctor en Farmacia (UBA) y Docente universitario, habló con Radio Sudamericana sobre este tema.

Para dormir bien, calmar la ansiedad o “disimular” una angustia son algunas de las razones que llevan a una persona  a consumir psicofármacos, a tal punto que se ha vuelto algo común entre los argentinos. Los medicamentos tranquilizantes, ansiolíticos y antidepresivos están en el botiquín familiar y se toman como si fueran aspirinas, sin advertir sus efectos adversos ni la adicción que generan.

“El psicofármaco te ayuda a estar mejor, son bastones que te ayudan  a caminar pero no te hacen caminar. La pastilla la que te hace es pasarla mejor”, explicó el dr. Gerardo Fridman.

Según el Estudio de Consumo de Sustancias Psicoactivas realizado por la Sedronar entre 2016 y 2017, casi tres millones de argentinos -de entre 12 y 65 años – consumen psicofármacos con o sin prescripción médica.

Por otra parte se supo que en su mayoría quienes consumen estos medicamentos son mujeres, pero Fridman  considera que esto se debe a que “hay ciertas patologías que lo tiene una mujer y no el hombre, hay determinadas cosas (como un embarazo o la menstruación)  que le puede provocar algunos trastornos, como el de ansiedad”. Por otra parte considera que “la mujer consulta más al psicólogo/psiquiatra. El hombre – en un contexto machista- se aguanta la patología porque lo considera  como una falta de virilidad ir a consultar un trastorno depresivo o ansioso”.

“Mi papa decía que hay que cansar el caballo para parar la calesita, es decir hay que hacer una actividad física o estar ocupado para no pensar cosas raras”.

“Si uno toma psicofármacos y  tiene un problema de otra índole-  como problemas cardíacos- puede provocarle hasta la muerte. Al médico hay que decirle todo y no hay que automedicarse”, advirtió.

“El consumo se acentúa en época de crisis. El consumo en esta zona aumenta en junio por la disminución de la luminosidad, hay un estudio que revela que al haber poca luz, la gente se deprime más. Y el otro mes es en diciembre, es un mes de fiesta donde se hacen balances y se piensa en la gente que no está, se hace como una etapa de ansiedad”.