El cultivo que desató una fiebre del oro verde en Colombia

Los narcotraficantes la prefieren porque les da más ganancia y los campesinos comenzaron a depender de esta semilla con modificación genética. En el Cauca ha tenido un enorme impacto social en las comunidades indígenas.

De las variedades de marihuana que se producen en Colombia, hasta hace unos 10 años la más común, o regular, era la llamada Corinto. Desde entonces, sin embargo, la búsqueda de un mayor margen de ganancias ha favorecido una nueva planta, la llamada Creepy (o cripa), que de a poco parece haber hegemonizado la oferta de este producto que se trafica ilegalmente.

A diferencia de la marihuana tradicional, áspera, fragante y oscura, la creepy es verde, produce menos aroma y brilla. Pero la razón por la cual traficantes, productores y campesinos comenzaron a dedicarse a esta variedad no es estética: su comercio es mucho más rentable debido a que su precio es mayor por las grandes concentraciones de THC (la sustancia psicoactiva de la planta) que presenta gracias a la modificación genética.

Con semillas importadas, los cultivos en el Cauca, sobre el océano Pacífico, se transformaron en invernaderos sofisticados —al menos, en las 233 hectáreas que confirmó el Observatorio de Drogas de Colombia en 2016— para producir este híbrido que genera sólo plantas hembras (que producen flores, la parte de la planta que se consume) con THC del 12% al 22%.

La marihuana tradicional oscila entre el 2% y el 7% de THC, es decir que la nueva es entre tres y diez veces más potente. Otras estimaciones hablan de creepy de hasta un 35% de sustancia psicoactiva, lo cual se refleja en su precio y en la ganancia del narco.

En condiciones de temperatura controlada, en espacios abiertos o cerrados y bajo luz led, con sistemas de riego de dos veces al día y abono orgánico, “más de 6.000 agricultores se dedican al cultivo de marihuana en Cauca”, escribió Seth Robbins sobre esta “fiebre del oro verde”, como la llamó, en InSight Crime.

Robbins habló con un ingeniero agrónomo que trabaja en la zona, quien le describió “parcelas familiares de unos pocos cientos de plantas” y “extensiones de cuatro o cinco hectáreas controladas por grupos del narcotráfico”. Según variaciones en el rendimiento de los cultivos, los campesinos obtienen entre USD 18 y USD 90 por kilo de marihuana.

Históricamente las comunidades indígenas de la región cultivaban cannabis según sus leyes tradicionales; en la década de 1980, sin embargo, la llegada de semillas híbridas de España y Holanda comenzó a cambiar el paisaje. En los 2000, cuando la semilla comenzó a provenir también de los Estados Unidos, el cultivo de creepy “realmente despegó, gracias a la inversión de grupos traficantes”, según la web de investigación sobre mafias en América Latina.

Juan Daniel Gómez, neurocientífico de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y la máxima autoridad colombiana en el tema, coincidió en que la circulación de creepy —también llamada marihuana de alto octanaje— aumentó enormemente en el país: “Me sorprende que prácticamente ya no se puede conseguir marihuana normal”, dijo.