El fútbol argentino llora a Carlos Timoteo Griguol

El ex director técnico falleció a los 86 años y dejó una huella indeleble en Ferro, Rosario Central y Gimnasia y en cada club por el que pasó. Docente, entrenador y revolucionario: mucho de lo que le criticaban en los 80 hoy es dogma.

Mucho más que los títulos que ganó como director técnico con equipos como Rosario Central o Ferrocarril Oeste o con los que estuvo al borde de hacerlo, como Gimnasia y Esgrima La Plata, Carlos Timoteo Griguol, también con una extensa carrera como jugador, será mucho más recordado por su docencia y por su obsesión por haber enriquecido tácticamente al deporte argentino.

El emblema del fútbol nacional murió este jueves, según confirmó su yerno, el ex jugador Víctor Marchesini: “Se nos fue Timo. Gracias por todo viejito, imposible no tenerte presente minuto a minuto. Te voy a extrañar”.

Griguol, más conocido como “Timoteo”, “El Viejo” o “El Maestro”, nació en la ciudad de Las Palmas, provincia de Córdoba, el 4 de setiembre de 1934. Único varón de la familia, con dos hermanas, su padre, Carlos, había sido fundador del club “Córdoba” donde comenzó a practicar fútbol desde muy joven, al mismo tiempo que se dedicó a tareas campestres y eso fue lo que seguramente le generó siempre un afecto especial por el cuidado del césped tanto en las canchas principales como en las de entrenamiento.

Quienes lo conocen lo pintan como un tipo alegre, enamorado de la música. Siempre le gustó bailar con las canciones del Club del Clan y como terapia, tocaba la batería en su casa.

Siempre le gustó comer afuera. En lo posible, asados con los amigos –a uno de ellos, su ex compañero en Rosario Central Rubén Bedogni, llegó a regalarle un auto cero kilómetro y a otro llegó a facilitarles préstamos a veces incobrables- con especialidad en el cabrito a la parrilla – La cantina “Los Amigos” inventó un “Vermichelis a lo Timoteo” que está en la carta y se prepara con salsa scarparo, anchoas en aceite, albahaca y queso rallado-.

Se dice que su pasión por el uso de gorras es para tapar su pelada y suele comprar una en cada país que visita. Tiene una colección de ellas.

Prefiero a un optimista que salta el cerco en cada amanecer y siempre huele el perfume de las nuevas flores, y no a un pesimista que salta el cerco en cada amanecer y siempre huele a cementerio”, es su frase de cabecera.