La U.T. T creó el refugio para proteger a las víctimas

Se trata de una casa pensada para el alojamiento de mujeres que necesiten de un espacio donde resguardarse, con sus niños; y en el que también puedan armar emprendimientos productivos, de manera de generar ingresos propios.

La Unión de Trabajadores de la Tierra creó, en el corredor hortícola del Gran La Plata, el primer refugio para mujeres rurales víctimas de la violencia de género. Se trata de una casa pensada para el alojamiento de mujeres que necesiten de un espacio donde resguardarse, con sus niños; y en el que también puedan armar emprendimientos productivos, de manera de generar ingresos propios. El lugar fue abierto después de un femicidio que todavía conmociona a la organización, el de Lucía Correa Arenas, una productora de la agricultura familiar de 25 años asesinada por su pareja en agosto pasado.

“Es muy difícil para una mujer que vive en la ruralidad denunciar a su agresor, y todavía más encontrar dónde refugiarse y luego poder sostenerse en lo económico”, explica Rosalía Pellegrini, responsable de la Secretaría de Género de la UTT. La organización viene formando promotoras de género y desde hace varios años trabaja acompañando a las mujeres rurales frente a situaciones de violencia machista.

El acompañamiento ha mostrado ser clave para que las víctimas de violencias puedan denunciar. “Sin embargo, muchas veces nos pasaba que desde que la mujer hacía la denuncia hasta que las medidas de protección efectivamente se concretaban pasaba el tiempo; entonces nos llevábamos a esa compañera con sus hijos a nuestra casa, y por eso empezamos a pensar en el refugio. Por otra parte, los contratos de alquiler y todos los arreglos en relación a las quintas son hechos entre el dueño de la tierra, al que todavía se lo llama ‘el patrón’, y el varón de la familia de quinteros. Esto deja a las mujeres muy desprotegidas; y como sabemos, sin independencia económica no hay independencia verdadera. Por eso al refugio había que pensarlo con una salida económica”.

El acompañamiento ha mostrado ser clave para que las víctimas de violencias puedan denunciar. “Sin embargo, muchas veces nos pasaba que desde que la mujer hacía la denuncia hasta que las medidas de protección efectivamente se concretaban pasaba el tiempo; entonces nos llevábamos a esa compañera con sus hijos a nuestra casa, y por eso empezamos a pensar en el refugio. Por otra parte, los contratos de alquiler y todos los arreglos en relación a las quintas son hechos entre el dueño de la tierra, al que todavía se lo llama ‘el patrón’, y el varón de la familia de quinteros. Esto deja a las mujeres muy desprotegidas; y como sabemos, sin independencia económica no hay independencia verdadera. Por eso al refugio había que pensarlo con una salida económica”.