La caída de Federer ante Djokovic y la disputa por la gloria

El suizo dilapidó dos match points en un partido que podría haber cambiado el epílogo de una era. Su récord como máximo campeón en torneos de Grand Slam corre más peligro que nunca.

Pudo haber sido la mayor gesta de su carrera. Y vaya si protagonizó gestas… Pero aquel momento lo habría catapultado a la cúspide sin escalas. Ganar Wimbledon con casi 38 años y después de eliminar a sus dos máximos rivales pudo ser una realidad. Incluso lo tuvo a su alcance, lo palpó con sus propias manos. Aquella epopeya, sin embargo, no es más que una ilusión. Y todavía duele.

Este martes se cumple un año de la final que Roger Federer podría lamentar el resto de su vida. Habrá que aguardar al epílogo de su trayectoria -no tan lejano, según sus propias palabras- y la de sus principales competidores para dimensionar la profundidad de la herida que dejó el 14 de julio de 2019 en Londres. Venía de derrotar a Rafael Nadal y tuvo dos match points con su servicio en el quinto set para superar a Novak Djokovic. No pudo concretar ninguno de ellos y el sueño del noveno título en La Catedral se le escurrió entre los dedos. Con él, también, se escapó el trofeo número 21 de Grand Slam y la posibilidad de escaparse en la gran pelea, quizá el mayor parámetro en la disputa por la posteridad. Sacó 8-7 y 40-15 en el parcial definitivo pero sucumbió 7-6 (5), 1-6, 7-6 (4), 4-6 y 13-12 (3).

Aquel partido fue tan increíble como memorable. El mítico sueco Stefan Edberg, ex coach de Roger, lo recordó como el mejor partido que haya visto en su vida. Y no es para menos. El suizo fue superior de principio a fin, tal y como sostuvo el alemán Boris Becker, la leyenda que supo entrenar al propio Nole. Se impuso en todos los aspectos del juego, en el desarrollo y en la estadística: sumó 14 puntos más (218-204), conectó 40 winners más (94-54), concretó 15 aces más (25-10) y logró cuatro quiebres más (7-3), pero el campeón fue Djokovic. El tenis es un deporte lógico en el que suele ganar quien jugó mejor, aunque existen excepciones que se definen por otro tipo de detalles. Y el serbio apretó los dientes en los instantes calientes: no registró errores no forzados en el cómputo de los tres tie breaks, mientras que Federer acumuló once.

Pudo haber sido la mayor gesta de su carrera. Y vaya si protagonizó gestas… Pero aquel momento lo habría catapultado a la cúspide sin escalas. Ganar Wimbledon con casi 38 años y después de eliminar a sus dos máximos rivales pudo ser una realidad. Incluso lo tuvo a su alcance, lo palpó con sus propias manos. Aquella epopeya, sin embargo, no es más que una ilusión. Y todavía duele.

Este martes se cumple un año de la final que Roger Federer podría lamentar el resto de su vida. Habrá que aguardar al epílogo de su trayectoria -no tan lejano, según sus propias palabras- y la de sus principales competidores para dimensionar la profundidad de la herida que dejó el 14 de julio de 2019 en Londres. Venía de derrotar a Rafael Nadal y tuvo dos match points con su servicio en el quinto set para superar a Novak Djokovic. No pudo concretar ninguno de ellos y el sueño del noveno título en La Catedral se le escurrió entre los dedos. Con él, también, se escapó el trofeo número 21 de Grand Slam y la posibilidad de escaparse en la gran pelea, quizá el mayor parámetro en la disputa por la posteridad. Sacó 8-7 y 40-15 en el parcial definitivo pero sucumbió 7-6 (5), 1-6, 7-6 (4), 4-6 y 13-12 (3).

Aquel partido fue tan increíble como memorable. El mítico sueco Stefan Edberg, ex coach de Roger, lo recordó como el mejor partido que haya visto en su vida. Y no es para menos. El suizo fue superior de principio a fin, tal y como sostuvo el alemán Boris Becker, la leyenda que supo entrenar al propio Nole. Se impuso en todos los aspectos del juego, en el desarrollo y en la estadística: sumó 14 puntos más (218-204), conectó 40 winners más (94-54), concretó 15 aces más (25-10) y logró cuatro quiebres más (7-3), pero el campeón fue Djokovic. El tenis es un deporte lógico en el que suele ganar quien jugó mejor, aunque existen excepciones que se definen por otro tipo de detalles. Y el serbio apretó los dientes en los instantes calientes: no registró errores no forzados en el cómputo de los tres tie breaks, mientras que Federer acumuló once.

 

“Aún me quedan cosas por hacer en el tenis”, expresó días atrás Federer, operado el mes pasado por segunda vez de la rodilla derecha. Esas “cosas por hacer” son, sin dudas, ganar otro Grand Slam. Y la razón es simple: sus veinte trofeos grandes quizá vayan a quedar cortos porque Nadal le pisa los talones con 19 y porque Djokovic, el más joven y fuerte de los tres, ya ostenta 17. Si Federer hubiera sobrevivido en aquella definición de hace un año en Wimbledon las cosas hoy serían diferentes.

La acumulación de títulos de Grand Slam no garantiza que el máximo ganador sea considerado el “mejor tenista de la historia”. Y las comillas son adrede, dado que la historia es demasiado extensa como para aseverar semejante afirmación. Pero sí es cierto que una porción importante se resume en los últimos años, porque Federer, Nadal y Djokovic son los máximos conquistadores de Grand Slam y coinciden en la era contemporánea. La historia todavía se escribe y por eso el suizo tiene claro que volverá a la carga en 2021. Sabe que le respiran en la nuca y también sabe lo que imaginan quienes intentan vislumbrar el final de la contienda: Djokovic, en los papeles y sin mediar imponderables, es el que más posibilidades tiene de quedar en la cima.