Mundial de rugby: Polémica por la suspensión de partidos

En Japón parece un asunto menor comparado con el tifón Hagibis (“velocidad” en tagalo, la lengua de Filipinas). Se trata de la imprevisión con que se organizó el Mundial de Rugby aunque parezca lo contrario. La cancelación de partidos, la imposición de resultados en el escritorio o dejar el torneo sujeto a un fenómeno climático devastador, frecuente y predecible, nunca debieron ocurrir. Porque se sabía: desde agosto a octubre es temporada de tifones en el archipiélago nipón. La primera Copa del Mundo en un país que no es potencia en el deporte de la ovalada ya dejó un tendal de heridos. Las selecciones de Italia y Francia primero. Pero hay que esperar por Escocia que este domingo se sabrá si sale perjudicada por la medida que adopte World Rugby (el equivalente a la FIFA en el fútbol). Si se anula su partido con el equipo local, quedará automáticamente eliminada del torneo cuando si ganara podría pasar a cuartos de final. El calendario parece haber ignorado los graves problemas climáticos que azotan a Japón en esta parte del año. Un despropósito que no se tuvo en cuenta.

La organización del Mundial dio la noticia en su propia página oficial bajo el título: “Tifón Hagibis: manténgase seguro”. Los dirigentes del rugby basándose en la Agencia Meteorológica japonesa, hicieron incluso recomendaciones: “Permanezca en el interior, verifique periódicamente las actualizaciones relacionadas con el tifón y siga los consejos de las autoridades locales, incluidas las órdenes de evacuación y asegúrese de tener provisiones básicas de alimentos. Lleve consigo los documentos de viaje y los medicamentos esenciales en caso de que tenga que mudarse con poca antelación y avise a sus familiares y amigos en su país de origen que está a salvo”. Es el aviso de un país en peligro. En esas condiciones predecibles se decidió jugar igual el torneo. Como si se hubiera organizado una Copa del Mundo en el Caribe durante los meses de huracanes o en cualquier otra región del mundo ante fenómenos extremos.

Italia resultó el equipo más damnificado, más allá de que puedan invocarse sus nulas chances de superar a los All Blacks y encima sin que el bicampeón saque el punto bonus. Pero sucede que tenía posibilidades matemáticas de clasificarse. La paradoja es que jugó una Copa acotada a tres partidos en lugar de los cuatro establecidos. Ganó dos (contra Namibia y Canadá) y apenas perdió uno (Sudáfrica).

Su capitán, el argentino nacionalizado italiano, Sergio Parisse, y su entrenador irlandés Conor O’Shea, criticaron la determinación de la World Rugby. El primero declaró: “Es difícil saber que no tendremos la oportunidad de jugar contra uno de los más grandes equipos. Pero seguro que si Nueva Zelanda necesitaba cuatro o cinco puntos contra nosotros, el partido no habría sido cancelado”. El head coach describió el momento que vivió la selección azzurra: “Vi la reacción de los jugadores después del entrenamiento y fue horrible”. A todos les negaron el sueño de despedirse en la cancha.

A los 36 años es muy improbable que Parisse vuelva a disfrutar de una ocasión semejante. Por eso estaba tan decepcionado: “Es ridículo que no hubiera un Plan B, porque no es noticia que haya tifones en Japón. Si organizas una Copa del Mundo, debes tener previstas cosas como ésta. No se nos ha tenido respeto. Se puede pensar que hubiéramos perdido de todos modos, pero merecíamos ser respetados”. El mismo vacío le quedará al hooker italiano Leonardo Ghiraldini. Después de sufrir una larga lesión iba a integrar la nómina de suplentes por primera vez en la Copa. Este hubiera sido su cuarto Mundial consecutivo. A los 34 años es muy difícil que tenga otra oportunidad igual.

La World Rugby decretó un empate 0 a 0 y les otorgó dos puntos a cada seleccionado. Con ese resultado ficticio pasaron a cuartos de final Nueva Zelanda y Sudáfrica, en ese orden. No hubo aplazamiento para italianos y neozelandeses, ni para el otro partido anulado entre Inglaterra y Francia. Con la igualdad sin tantos y el reparto de dos puntos por equipo, la selección británica se favoreció levemente. Evitaría a Gales (el potencial primero del grupo D y campeón del torneo Seis Naciones de este año donde ya le ganó) y jugaría con Australia, de una temporada más floja.

Las decisiones de los organizadores llaman la atención si se ubican en el contexto del Mundial más largo del planeta. Comenzó el 20 de septiembre y finalizará el 2 de noviembre. Se juega a lo largo de 44 días. La World Rugby adujo problemas de logística para cambiar las sedes o las fechas afectadas por Hagibis. En paralelo machacó con el disuasivo de las fuertes sanciones al juego violento con el objetivo de cuidar la integridad física de los rugbiers. Quedó comprobado que la vara no fue igual para todos. Los dirigentes se mostraron contradictorios: Pregonaron el cuidado de los cuerpos pero no respetaron el estado de ánimo de los jugadores con sus decisiones. Dejaron entonces establecido un precedente polémico para el futuro.

El jefe de operaciones de la WR y director del torneo, Alan Gilpin, se excusó en un comunicado: “Ésta es una situación compleja y muy cambiante que venimos vigilando de cerca con la ayuda de los expertos en meteorología. Consecuentemente, tomé la decisión de cancelar algunos encuentros para garantizar la seguridad de todos los implicados. Es lo correcto y cuenta con el respaldo de todos los interesados, incluidos los equipos mismos”. No parece que hubiera sido así, al menos por las palabras de Parisse y O’Shea.

Es cierto que existe un reglamento de la Copa Mundial. Pero si se extiende por 44 días el torneo y no hay posibilidades de correr un par de partidos 24 o 48 horas, la WR debería revisar lo que resuelve. El cuestionamiento más duro lo recibió de Escocia, el rival de Japón en la última fecha de la fase de grupos y cuya realización se puso en duda hasta último momento por Hagibis. “No vamos a dejar que Escocia sea el daño colateral por una decisión que se tome con prisa”, señaló Mark Dodson, el presidente de la Unión de Rugby de ese país.